Julio Alegria Galarreta, Ingeniero Agrícola de la UNALM (1981), Magister Scientiae por Universidad Estatal de Colorado (1984). Vida profesional dedicada a la promoción de la gestión sostenible de recursos hídricos.
Ing. Julio Alegria Galarreta
Presidente AEDES
La actual temporada de lluvias de verano en la zona costera y vertiente occidental de los Andes está causando irreparables pérdidas de vidas humanas y dolorosos efectos sociales en Perú. La magnitud y efecto de los eventos están todavía en una fase ascendente, aun no hay cifras oficiales, pero las noticias ya reportan más de sesenta personas fallecidas y medio millón de damnificados. Las pérdidas económicas, cuando terminen los estragos de las lluvias, difícilmente serán menores que las causadas por El Niño 1997-98, esto es, 1,200 millones de Dólares en infraestructura básica pública y la disminución de 14% del PBI nacional. Lo más lamentable de los mal llamados desastres naturales, es que impactan y afectan a las familias más pobres. Los pobres son los que más sufren y mueren por los desastres naturales.
¿Son impredecibles e inevitables todas estas desgracias? Los estudios e informes de la comunidad científica internacional1 concluyen que a nivel global y regional viene ocurriendo desde el siglo pasado un proceso de alteración acelerada del clima, debido al incremento de la concentración de los gases de efecto invernadero en el aire, causado por el hombre. Este proceso se está acelerando en el tiempo, y así será a lo largo de este siglo. Una de las mayores manifestaciones del cambio en los patrones climáticos es la impredecible y creciente alteración o exacerbación de los eventos hidrometeorológicos extremos. En otras palabras: ocurrirán cada vez mayores y más severas sequías, así como períodos de lluvias con precipitaciones de mayor intensidad y/o duración, todos inusitados y difíciles de anticipar y predecir. Este recién advertido fenómeno llamado Niño Costero se ajusta a este escenario. Sin embargo, la pregunta es ¿por qué la alta vulnerabilidad del Perú frente al cambio climático?
Ante este escenario mundial actual y en camino, efectivamente hay mucho que la comunidad internacional y los países del hemisferio norte pueden y deben hacer. Pero también, sin esperar la iniciativa externa, y adicional a los reclamos y negociaciones internacionales, hay mucho que hacer en el plano nacional. Por ahora estamos en medio de la catástrofe y hoy el imperativo deber de cada peruano ahora se resume en una palabra: solidaridad. Sin embargo, es deber nuestro no menos importante mirar hacia atrás y hacia adelante. Hacia atrás para evaluar y reflexionar sobre las causas. Y hacia adelante para actuar en prevención para que esto no se repita. Por tanto, tan luego calmen las lluvias deberá empezar una discusión y planificación de la reconstrucción de los daños y la prevención futura. En este sentido, estos tres aspectos son básicos y prioritarios a tomar en cuenta.
1.- Ocupación y ordenamiento territorial:
No es coincidencia que los mayores damnificados y las víctimas están asentadas en zonas de riesgo. Esto es inaceptable. Es vergonzosa consecuencia del desorden en la ocupación territorial y asentamiento poblacional en la periferie urbana. Esto debe acabar. El Estado Peruano, a través de sus administradores de turno en todo nivel: gobierno nacional, regional y local, no ha ejercido sus roles, en términos de planificador, legislador, fiscalizador, sancionador, promotor, financiero y concertador. Irrenunciables roles. Este vacío en el cumplimiento de roles y funciones ha perjudicado a cientos de miles de menesterosas y carentes familias. Esta demanda insatisfecha viene siendo atendida por mafias organizadas que han reemplazado al Estado en su rol planificador, concertador y financiero. Son inescrupulosos que se han aprovechado de las carencias y necesidades de vivienda de las familias andinas migrantes. Así se han producido y continúan las conocidas invasiones. Esto se ha agravado y acentuado debido al débil poder de autoridad gubernamental, de la mano con la corrupción y el clientelismo electorero de las autoridades y servidores públicos. El gobierno debe asumir su rol. No hacerlo implica un costo muy alto. Penoso pero real: a río revuelto ganancia de pescadores.
2.-Control de erosión en las cuencas hidrográficas:
Los huaicos o aluviones de lodo, piedras y otros sólidos, que afectan los pueblos, embalses de agua, carreteras y puentes, plantas de tratamiento de agua potable, y demás infraestructura de servicios públicos, causando su destrucción total o parcial, disminuyendo su vida útil y/o incrementando los costos de operación y mantenimiento, se originan en cuencas o zonas de escurrimiento hídrico que se encuentran cada vez más desprovistos de su cobertura vegetal natural por la acción humana. El riesgo o probabilidad de ocurrencia de estos eventos se puede reducir y minimizar mediante la implementación de prácticas de manejo y conservación de cuencas. Aguas arriba de una quebrada seca activada hay una cuenca desprotegida y desertificada, desde donde se inician los huaicos. Otra vez, esto requiere que el Estado asuma su rol. No es desastre natural sino desastre desnaturalizado.
3.-Normas de diseño de infraestructura hidráulica, vial y edificaciones:
La infraestructura pública se planifica y construye de acuerdo a normas de diseño. El problema es que estos diseños se realizan en base a información hidrometeorológica, calculada en base a períodos de registros cortos y tomados de escenarios climáticos pasados y no vigentes. Antes de proceder a la reconstrucción, se deben revisar y reformular los criterios y parámetros de diseño. Una vez aprobados se debe supervisar y fiscalizar su cumplimiento. No olvidar que lo barato sale caro.
Estas tres fundamentales tareas implican correspondientes grandes retos, pendientes aún, para el Centro Nacional de Estimación, Prevención y Reducción del Riesgo de Desastres - CENEPRED y para la Autoridad Nacional del Agua - ANA, instituciones que deben impostergablemente asumir sus roles y ser dotadas de suficientes recursos. Ambas deben trabajar conjuntamente con una visión de largo plazo en base a políticas de Estado y no de intereses de los gobiernos de turno, y en base a un trabajo de la mano implementado entre ellas y a partir de una acción concertada y armonizada con y entre los niveles de gobierno nacional, regional y local.
En conclusión, no culpemos nuestras desgracias al cambio climático ni a la naturaleza. Estos desastres no son naturales. Los cuantiosos daños e irreparables pérdidas humanas no se deben a la naturaleza, sino a la nefasta acción del hombre. La alta vulnerabilidad de la sociedad peruana a los extremos climáticos, especialmente de las familias más pobres, se pueden reducir en base a la acción de los organismos del Estado en cumplimiento de sus roles y mandatos. Se debe promover ya y a todo nivel una cultura de la prevención, para evitar que dentro de pocos años lamentemos nuevamente fenómenos similares o peores, echándole la culpa a las inclemencias del clima. La prevención cuesta mucho menos que la reconstrucción. Quienes tienen cargos de responsabilidad pública deben actuar en base al bien común y bienestar social, no solo del presente sino del futuro que se nos avecina. Actuar es una tarea de todos, responsable, solidaria, pero bajo un liderazgo claro. ¡De una vez alguien debe llevar y usar la batuta!
Nota al píe de pagina:
(1) Congregada en el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático - IPCC (Intergovernmental Panel on Climate Change). “Climate Change 2014 - Synthesis Report”. Ginebra, Suiza, 2015
Calle Rio de Janiero 373 - Jesus Maria, Lima 11 - PERÚ
(511) 265- 3819
iproga@iproga.org.pe