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  • Johannes Hendriks

    Blog: Johannes Hendriks

    Ing. Agricola. Master, Universidad de Wageningen, Países Bajos. Docente extranjero PUCP. Consultor independiente.


Los Grandes Sistemas de Riego y el Cambio Climático: Márgenes y Medidas de Gestión - 4ta Parte


En menor grado, también las cuencas de – por ejemplo - los ríos Pativilca (Cordillera Huayhuash), Cañete (Cordillera Central), así como varias cuencas más al sur del Perú cuentan con glaciares de importancia, y por ende, se benefician de aportes hídricos que en épocas secas determinan la existencia de un caudal base mayor, disponible – entre otros – para el uso agrícola en sistemas de riego.

Particularmente, el río Ocoña (aguas arriba llamado río Cotahuasi) y el río Camaná (aguas arriba llamado río Majes y río Colca) gozan de regular alimentación hídrica proveniente de la Cordillera Ampato y glaciares aledaños, lo cual explica – en parte – la relativa abundancia de agua para los sistemas de riego en los respectivos valles. Cabe resaltar que - en cuanto a su superficie - la Cordillera Ampato ocupa el tercer lugar de importancia en el país: aprox. 250 km2 (fuente: Chancos Pillaca, 1995). También en los departamentos de Moquegua y Tacna hay varios pequeños ríos que logran mantener un caudal durante (casi) todo el año, en parte debido a la existencia de glaciares en las zonas altas de sus respectivas cuencas: caso de los ríos Ilo, Locumba, Sama, Caplina.

Si bien este artículo se centra en los grandes sistemas de riego, casi exclusivamente ubicados en la Vertiente del Pacífico, no puede dejarse de mencionar la importancia de las cordilleras nevadas que se sitúan en la vertiente del Atlántico; ello, particularmente en relación con el aprovisionamiento de agua para múltiples pequeños y medianos sistemas de riego en la Sierra Centro y Sierra Sur del Perú. Las principales cordilleras en este ámbito territorial son las cordilleras de Huaytapallana, Vilcabamba, Urubamba y Vilcanota.

4.5 Implicancias del cambio hidrológico para los sistemas de riego

Son múltiples los daños y pérdidas que puedan sufrir los sistemas de riego a causa de alteraciones del régimen hidrológico en las cuencas y fuentes de agua, inducidas – entre otros – por el cambio climático y la variabilidad climática.

Descargas hídricas descontroladas producen generalmente daños a la infraestructura hidráulica, inundación de áreas cultivadas, colmatación de canales y de represas. La destrucción – parcial o total - de bocatomas en los ríos, de desarenadores (sedimentadores) y tramos iniciales de canales es un problema recurrente que afecta sobre todo a las captaciones rústicas. En el caso de inundaciones, los daños pueden extenderse sobre toda el área del sistema, colmatando particularmente las redes de drenaje.

A modo de ejemplo, el cuadro 9 presenta información respecto la magnitud de los daños y pérdidas que el fenómeno de “El Niño” de 1997/98 ha causado a la infraestructura de riego y áreas cultivadas en el departamento de Piura.

Cuadro 10: Inventario de daños oficiales en la agriculturadel departamento de Piura, FEN 97/98
Infraestructura hidráulica menor: Ayabaca 8,300,000
Infraestructura hidráulica menor: Alto Piura 4,750,000
Infraestructura hidráulica menor: San Lorenzo 13,000,000
Infraestructura hidráulica menor: Chira 13,000,000
Infraestructura hidráulica menor: Bajo Piura 21,300,000
Infraestructura hidráulica mayor operando 21,300,000
Infraestructura hidráulica mayor en construcción 29,650,000
Subtotal daños infra hidráulica, dpto. Piura 103,000,000
Subtotal cultivos perdidos (5,290 ha) 15,400,000
Valor daños totales en agricultura (Piura) 118,400,000
Fuente: Edgardo Cruzado Silveri (1999). CIPCA.Nota: T/C Marzo 1998: 1 USD = S/. 2.80 (aprox.)

De todos los problemas que enfrenta la cuenca del río Piura, la vulnerabilidad ante el fenómeno de El Niño parece ser el factor más preocupante. Los daños y pérdidas producidas por El Niño de ´97/´98 en el departamento de Piura estuvieron en el orden de 300 millones de dólares, de los cuales el 19% en la agricultura. Los mayores daños se produjeron en la cuenca media y baja del río Piura, sobretodo destruyendo infraestructura vial (incluyendo puentes) y sistemas de riego. Aproximadamente 86% de los daños en infraestructura de riego menor en el Medio y Bajo Piura se relaciona directamente con los drenes troncales. Se inundaron 4.234 hectáreas agrícolas y se perdieron 5.290 hectáreas de cultivo (31).

La agudización de la escasez de agua en veranillos y épocas de estiaje es la otra cara de los problemas hidrológicos que el cambio climático y la variabilidad climática pueden suscitar. Ejemplo de ello son las sequías recurrentes en la Sierra Sur, aparentemente con tendencia a acentuarse. Sin embargo, la constatación de una mayor (noción de) escasez de agua debe analizarse debidamente, pues las causas varían de caso en caso y no siempre pueden ser atribuidas al cambio climático. Es demasiado fácil aludir al cambio climático como supuesto causante de una reducción en la disponibilidad de agua, cuando en realidad el problema normalmente se debe a una combinación de factores: incremento de la demanda hídrica en la cuenca media y alta, tanto por la población local como por nuevos actores (particularmente: minería), retrocesos en la gestión de los sistemas de uso (32), etc. En todo caso, el conjunto de estos posibles factores incide en una menor seguridad hídrica, acarreando pérdidas económicas y de calidad de vida que puedan alcanzar magnitudes extremas.

Fluctuaciones acentuadas en los regímenes hidrológicos, entre temporada de lluvias y época seca, así como entre años consecutivos, generan normalmente problemas en el manejo de los sistemas de riego y en las cédulas de cultivos. Cultivos perennes (caña de azúcar; frutales de hoja perenne; etc.) demandan agua durante todo el año. Por lo tanto, sistemas de riego que tienen regular área instalada con este tipo de cultivos, son altamente vulnerables en su seguridad hídrica durante tiempos de estiaje. Preocupa en el caso de la costa norte del Perú el incremento de las áreas instaladas con caña de azúcar (recientemente también para la producción de biocombustibles), lo cual supone una mayor demanda fija de agua durante todo el año, probablemente en desmedro de otras opciones de producción (estacional) para el resto de los usuarios. A corto plazo, este tema requiere de mayor atención, seguimiento e investigación.

En general, las crecientes demandas de agua en un momento histórico de probable inflexión respecto los regímenes hidrológicos debido al cambio climático, están agudizando la (noción de) escasez de agua entre usuarios y entre sectores de uso en aquellas partes del mundo donde la disponibilidad (estacional) de agua tiende a disminuirse. El Perú no está exento de este proceso, particularmente el sur del país. Indudablemente, esto aumenta las tensiones entre actores sociales y entre sectores económicos, e incrementará la ocurrencia de conflictos abiertos en torno al acceso al recurso hídrico. Esta tendencia creciente en los conflictos hídrico-ambientales ya ha sido señalada fehacientemente por varios expertos y varias entidades, entre otros, por la Defensoría del Pueblo(33).

5 Medidas de Adaptación


En el presente acápite se presentarán las principales medidas de adaptación que - en conjunto - deberían formar parte de los lineamientos de gestión hídrica en relación con los efectos del cambio climático y variabilidad climática sobre sistemas de riego. Si bien por razones de costos y otros factores estas medidas no podrán alcanzar una cobertura y efectividad completa, al menos servirán para contrarrestar con regular éxito el efecto nocivo de descargas hídricas excesivas en las cuencas, así como la creciente escasez de agua en otros lugares y otros periodos.

5.1 Principales medidas para contrarrestar descargas hídricas excesivas

En primer lugar, es menester inducir un afianzamiento integral de la infraestructura hidráulica en y alrededor de sistemas de riego, a partir de un acertado diagnóstico de sus puntos de mayor vulnerabilidad. Esto requiere un cambio casi paradigmático en la forma cómo hasta el momento se gestionan los mantenimientos y mejoramientos de los sistemas; pues, las inversiones ejecutadas al respecto son casi siempre de carácter puntual y a menudo no responden a una buena identificación y análisis de prioridad respecto los puntos críticos, menos aún de tener un carácter integral. Definitivamente, se requiere un cambio de enfoque, en el cual se reemplace la “práctica del bombero” por una orientación mucho más preventiva: la de un plan estructural (Plan de Afianzamiento) bien diseñado, el cual permita reducir íntegramente – y paso por paso - las vulnerabilidades de los sistemas de uso de agua con una visión integral, no solamente en los aspectos físico-infraestructurales sino también en términos de la gestión del sistema. Todo ello basado en un diagnóstico lo suficientemente analítico, y por supuesto respaldado por el conocimiento cabal y un decidido compromiso por parte de los usuarios.

En segundo lugar, debemos estar conscientes de la superioridad que puedan demostrar los fenómenos hidrológicos: “si no das espacio al agua, el agua se lo toma por sí misma”. En otras palabras: sobre todo en las partes bajas – vulnerables - de una cuenca donde existe riesgo de inundación, se requiere ampliar la capacidad de evacuación y de drenaje de agua en los distintos cauces (naturales y artificiales), de tal manera que crecidas excesivas34 puedan discurrir en forma controlada y causando cuanto menos daño posible35. Cabe señalar que en varias partes del Perú ocurre exactamente lo contrario: la urbanización en zonas bajas, la proliferación de canteras de agregados (arena; ripio) en los cauces, la inadecuada ampliación vial, un diseño demasiado estrecho de puentes, etc. son factores que tienden a constituirse como obstáculos contra la capacidad de evacuación de los ríos en época de crecidas.

En tercer lugar, se requiere intensificar estructuralmente las medidas de conservación y protección en las cuencas medias y altas, a fin de menguar la erosión de suelos y el arrastre de sedimentos por los ríos, y por ende reducir la colmatación de embalses y de las redes de canales. Aquí vale la misma crítica de enfoque que en el caso de los actuales esfuerzos de mejoramientos de sistemas de riego: las intervenciones son demasiado puntuales, tienen un alcance territorial muy limitado y normalmente no se sustentan en un buen análisis y focalización de las zonas y laderas más vulnerables, ni en cuanto a medidas más apropiadas por tomar. El afianzamiento de las partes altas de las cuencas requiere un enfoque multi-acción de largo aliento para que surta efectos tangibles, combinando medidas físicas con aquellas de una mejor gestión normativa (control de pasturas; zonas de protección; etc.). Evidentemente, un programa de esta índole demanda un sistema de financiamiento sólido y políticamente bien respaldado, distinto al bien intencionado pero limitado enfoque de “pago por servicios ambientales”.

5.2 Principales medidas para contrarrestar la escasez de agua

Una medida eficaz de compatibilizar las demandas de agua en sistemas de riego con el régimen de oferta de agua, al menos en zonas con acuíferos recargables, consiste en incentivar el uso integrado de aguas superficiales y subterráneas durante los periodos de estiaje, en forma planificada. De esta manera se alivia la presión sobre las pocas aguas superficiales disponibles en los periodos de escasez; además, en algunos casos permite bajar el nivel freático en zonas con problemas de drenaje y de empantanamiento. Evidentemente, la factibilidad de esta medida debe analizarse para cada zona en particular, debido a las grandes diferencias hidrogeológicas entre los distintos lugares del país. En algunas partes el acuífero ya está totalmente agotado, lo cual amerita la declaratoria como zona de veda. En todo caso, y en función de lo anteriores elementos, deberá diseñarse mecanismos de incentivos o de desincentivo (tarifarios y otros) que no pueden responder a un criterio de uniformidad para todo el país, sino que se ajusten a las realidades locales; aparentemente, este aspecto constituye uno de las dificultades para el establecimiento de normas legales coherentes al respecto desde el nivel nacional.

En segundo lugar, ante la gran variación de disponibilidad de agua entre época de crecidas y época de estiaje en determinados valles, sería conveniente adecuar las cédulas de cultivo hacia esquemas de producción menos demandantes de agua. En la práctica parece estar ocurriendo lo contrario: un probable incremento de las áreas de cultivos perennes (caña de azúcar; frutales) en la costa norte, con repercusiones sobre la demanda de agua en épocas de escasez, así como con respecto a la inequidad de acceso al recurso hídrico que este proceso tiende a generar entre usuarios. Pese a todos estos inconvenientes, hasta el momento las propuestas de “zonificación de cultivos” no han prosperado en ninguna parte del país, muy probablemente debido al frágil marco normativo, político y de gestión institucional en comparación con las correlaciones de poder que obran en este ámbito.

Una tercera medida contra la escasez de agua - en determinadas circunstancias - consiste en una mejor recolección y tratamiento de aguas residuales de las ciudades, para su re-uso en sectores productivos. Según cifras disponibles, apenas el 20% de las aguas servidas en el país se somete a tratamiento, y un porcentaje aún menor se re-usa. Por su carácter muy localizado, cerca de las ciudades, el tratamiento de aguas residuales no podrá constituir una medida generalizada para contrarrestar la escasez de agua en sistemas de riego. En todo caso, dicho tratamiento debe responder principalmente a preocupaciones de carácter ambiental.

Mayores márgenes en la lucha contra la escasez de agua pueden conseguirse mediante medidas de “cosecha de agua” en las partes medias y altas de las cuencas. Esta “cosecha de agua” puede lograrse a través de técnicas muy variadas, desde opciones extremadamente locales (por ejemplo, los negarim36), pasando por la paulatina recuperación de suelos degradados y de cobertura vegetal (ciertos tipos de forestación) para favorecer el “colchón hídrico”, hasta la implementación de un gran abanico en cuanto a tipos de reservorios (nocturnos; estacionales; familiares; multifamiliares; lagunas represadas; embalses; etc.). En realidad, lo anterior remite a la necesidad de incrementar la capacidad de almacenamiento de agua a todo nivel: en la parcela, en los sistemas de riego y al nivel de (micro/sub)cuenca hidrográfica.

5.3 La medida técnicamente más eficaz y menos costosa

Tradicionalmente, ante las crecientes demandas de agua, los sucesivos gobiernos del Perú han adoptado políticas orientadas al incremento de la disponibilidad, mediante la construcción de grandes infraestructuras hidráulicas, incluyendo transvases: la denominada “gestión de la oferta de agua”. Por varias razones, estas políticas han llegado a sus propios límites, e inclusive existe escasa aceptación social para trasvasar agua de una parte a otra.

Lo contradictorio de estas políticas de ampliación de infraestructura hidráulica ha sido que frente a la costosa ganancia de nuevas áreas irrigables, el grado de descuido y pérdida de aguas y superficies agrícolas ha colindado a lo irresponsable. Se estima que en la costa peruana se han deteriorado o perdido – total o parcialmente - en el orden de 300.000 hectáreas por problemas de salinización y empantanamiento. Por otro lado, la eficiencia global en la mayoría de los sistemas de riego no supera el 35% a 40%, lo cual indica las enormes pérdidas de agua en la conducción, distribución y aplicación de las aguas de riego. En el caso de las partes medias y altas de las cuencas estas “pérdidas” pueden ser captadas (parcialmente) por otros usuarios, pero al nivel del valle bajo (particularmente, en la costa) esto resulta menos aplicable; esto explica a su vez la acumulación de “aguas perdidas” en acuíferos sub-superficiales y consiguientes procesos de salinización y empantanamiento, ya mencionados. En el caso de los sistemas de agua potable, el Servicio de Agua Potable y Alcantarillado para Lima (SEDAPAL) reporta pérdidas por filtraciones y derrames en el orden del 40%.

Las referencias dadas en el anterior párrafo respecto las ineficiencias técnicas en los sistemas de agua y en los usos mismos, apuntan hacia un problema central: las enormes deficiencias en la gestión de la demanda de agua, concretamente de los sistemas de uso, tanto en su dimensión colectiva como al nivel individual del usuario. Deficiencias que – entre otros – se originan por un insuficiente marco de incentivos hacia una mejor gestión, y una gran permisividad – por no decir: impunidad – en cuanto a prácticas que son técnica, social y ambientalmente reprochables.

Frente a esta realidad, los márgenes de mejoramiento son enormes. En el caso de métodos tradicionales, es factible incrementar la eficiencia de riego hasta alcanzar el orden del 50%. En el caso de “riego tecnificado” (aspersión; goteo; etc.), este porcentaje se eleva fácilmente al 70 – 80 % (eficiencia global). Sin embargo, actualmente sólo el 5% (700 MMC) del consumo de agua de riego en el Perú pasa por sistemas tecnificados.

En general, las medidas de mejoramiento en la gestión de la demanda suelen ser mucho menos costosos que las intervenciones en esferas de la oferta de agua (obras hidráulicas). También la inversión en “riego tecnificado”, así como la recuperación de suelos salinizados, tiene un costo por hectárea muy inferior a aquel costo promedio por hectárea en la ejecución de (grandes) obras de irrigación.


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